Sangre Azul – El silencio de la noche (Crítica)
NOTA: 7 / 10.
En 1989 ve la luz el tercer álbum de los madrileños Sangre Azul, sin duda los máximos representantes del Hard Rock de finales de los ochenta en nuestro país, junto con Niágara y Manzano, todos ellos muy influenciados tanto en lo musical como en lo estético por las bandas de Hard Rock imperantes del momento (Whitesnake, Bon Jovi, Europe).
El silencio de la noche fue un gran trabajo, sin nada que envidiar a producciones internacionales. Del grupo destaca la voz de Tony, probablemente una de nuestras mejores voces, y los guitarras Juanjo Melero y el incombustible Carlos Raya, en la actualidad haciendo de las suyas a las seis cuerdas con Fito & Fitipaldis.
“Abre Fuego” inaugura el disco con una intro de órgano (muy a lo Europe) que nos conduce a un tema muy guitarrero y de coros pegadizos.
A continuación un medio tiempo: “Cien años de amor”.
“No puedo estar sin ti” es el siguiente tema; empieza en plan acústico para ir cogiendo fuerza. Un temazo.
“A golpes de Rock” y “Solo Rock and Roll”, ambas muy hardrokeras, muy ocheteras, tal vez la segunda más guitarrera y pegadiza.
Una de las grandes canciones del disco tanto por su letra como por su estructura es “No mires atrás”.
Le llega el turno a la canción más cañera: “Piel de serpiente”, muy en la línea de Whitesnake, para dar paso al tema que da título al disco, un baladón acústico, melancólico, en el cual Tony pone todo el sentimiento.
En “Reino sin ley” atravesamos terrenos más propios del Heavy. Y como colofón la marchosa y gamberra “Tal como soy”, donde cada miembro del grupo canta parte de la canción.
En definitiva, un viaje por la nostalgia que nos recuerda que aquí también se hizo, a finales de los ochenta, buen Hard Rock.
Lástima que el grupo lo dejara tras este disco, pues era una banda que pudo ser muy grande.
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